En el Camino

La vida del campo

January 13, 2021 Nicolás Vergara Season 2 Episode 4
En el Camino
La vida del campo
Show Notes Transcript

La vida del campo.

Desmitifico mitos de la vida rural, y hablo de los beneficios para un citadino de retornar a la vida en la naturaleza, a lo primitivo y volver a sentirse integro y pujante.
Me apoyo en mis dos años de vida en la campiña francesa, además de textos y citaciones de Harari, Kerouac, Nietzsche, Max Weber,  Schopenhauer y Emerson.

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Derechos y agradecimientos de la música:

La mayoría de los que escuchan este Podcast viven en ciudades, recorren su metrópolis en transporte público o en algun autito para ir al trabajo o Universidad. Ahí están las posibilidades del desarrollo, del progreso personal, y las instituciones que permiten deliberar nuestros derechos ciudadanos. Por ejemplo, cuando vine a Francia, siendo chileno, tuve que ir a la gran urbe en Santiago para obtener mi visado. La verdad es que  hay más oportunidades de bienestar económico en la gran ciudad, por lo mismo es práctico radicarse allá.

 

Y ni que hablar del ocio. En tiempos normales y ya nostálgicos, hay una enorme variedad de ofertas para socializar, encontrar pares y hacer comunidad. Cafeterías, bares, restaurantes, clubes deportivos,  centros culturales, museos, etc. La verdad es que el ocio en las urbes es algo que agrada, es difícil aburrirse, y sobretodo hay mucha gente. 

 

Como resumía Paul Auster, el escritor americano, en su novela 4,3,2,1 donde uno de sus personajes juraba con su novia jamas partir de Nueva York ¿Por qué? `Por la Densidad, Inmensidad y Complejidad de la Gran Manzana. Claro, tenían 19 años, cuando uno sale del cascarón, y la gente lo es todo. Las oportunidades son infinitas, todo es novedoso y pareciera que no estar ahí la vida se escurriera. 

Si para mi era así en Viña del Mar, Chile, me imagino cómo habría sido en Nueva York. Con protestas, activismo, movimientos culturales, etc. Una locura.

 

Por otro lado, los más citadinos se imaginan una vida en el campo, llena de aburrimiento y monotonía. Sin ocio, y mucho menos oportunidades. La verdad, yo nunca pensé así, pero fue el 2016 cuando me vine a vivir al sur de Francia, donde tuve el año más fantástico y surreal que haya podido soñar. Sé que tal vez nunca vuelva a vivir en el campo, pero a medida que el tiempo pasa, atesoro cada vez más mis casi dos años de vida itinerante en la campiña francesa.

 

Paso a paso fui derribando los mitos de la vida rural. El primero, y el más grande tal vez, es  de que su gente es bruta e ignorante en comparación al refinado citadino. En mi caso, tal vez tuve suerte, pero caí en una explotación vitivinícola trabajando como obrero agrícola, donde el propietario al ser ya mayor y vender muy poco vino arrendaba partes de esta gran casona a arrendatarios.

 

En esta explotación vivía obviamente el dueño; Pierre, con 67 años, vinatero y pintor. Jordi, ex cantante de la ópera de Barcelona, y devenido a profesor de canto; Jean-Ives el pastor ovejero belga y Rapahelle, de mi edad, asistente social y bailarín de danza moderna.

 

Con mi perfil de escuela de negocios,  había mirado tímidamente y con anhelo este tipo de vidas por 30 años como algo prohibido, una especie de mundo irreal, de fantasías y perdición. Y de golpe. Boom, me encuentro inmerso en ello.

 

Me hubiera gustado tener el dominio del francés que poseo hoy, aunque ahora que lo repienso, mejor no, les hubiera dejado las gónadas como platillo de tantas preguntas... Pero bueno, es como es. Como siempre había una persona que hablaba castellano, y ese era Jordi, que al ser catalan francés, hablaba también castellano, para un total de seis idiomas. Primera vez que conocía a alguien así de políglota...y en el campo.

 

Eran personas que en vez de tener habían decidido ser.

 

Estos tipos sin decirlo explícitamente, me mostraron que habían otros caminos, que inventando tu juego, si se podía. Claro, Pierre había comprado la explotación con plata familiar aparentemente, jaja siempre hay chismes. Y Jordi se había ganado la lotería genética con una voz de soprano a lo Pavarotti, pero, ¿cuántas persona con estas mismas posibilidades y dones hubieran jugado la ficha segura, entrado al juego de los demás? Casi todas.

 

Al menos esta experiencia me amplió la mirada y pese a las jornadas extensas y laboriosas, me llené de goce y confianza. Ya al partir luego de cinco meses, salí fuerte y seguro a buscar cosechas, a realizar una vida de temporero. Pero en mi inconsciente,  a iniciar y crear mi propio juego. Tal como mis ex-compañeros de casa.

 

Realicé cuatro vendimias en distintos lugares de Francia, siempre en el campo. Obviamente con distintos dueños. Si Pierre era un pintor viñatero, Christophe era el viñatero viajero y escritor, con libros publicados, Nicolas el agricultor suizo, y Quentin, el viñatero rapero, como me gusta recordarlo.

 

Ya con Quentin fue mi última vendimia, y estaba en el cenit, viviendo en carpa, me gané el premio al mejor vendimiador de la temporada. Estaba lleno de serotonina, caminando como Maradona en los mundiales, pecho inflado. Jaja, no, lo último no es verdad.

 

Pero lo que sí había pasado, era que esta vida itinerante me empezaba a atrapar. En realidad, no era solo la vida itinerante, la cual ya había experimentado en Australia, y Sudamérica, sino que era la vida itinerante en la naturaleza. Nunca había estado así de portentoso y vigoroso.

 

Según Harari el historiador israelita, en su libro Sapiens de animales a Dioses,  yo estaba viviendo una vida primitiva, la vida anterior a la revolución agrícola. Una vida de recolector -cazador nómada. Que según el autor, es el momento en que el ser humano debió haber sido más capaz y feliz. Capaz porque nuestra especie en aquella época, hace 12.000 años vivía en pequeñas comunidades y peligrosamente. Cada miembro tenía que saber de botánica para evitar envenenarse con la planta equivocada, ser autovalente en la caza, tener buena orientación para leer el clima, y un largo etc. Una época en que la sobrevivencia era cosa seria, y se necesitaba de todas nuestras habilidades. Es más, hay estudios según Harari que indicarían que posterior a este era, nuestro cráneo se achicaria, como senal de un estanciamiento de evolucion cognitiva. Era una época previa a la monótona especialización, una época de hombres íntegros, pujantes y autovalentes, no engranajes de una gran máquina.  Me comparo ridículamente con ellos, pero solo para hacer el punto. Y digo que vivia peligrosamente, porque claro, había peligros físicos de dañarse la espalda y cortarse, los contratos duraban solo semanas, había pocas comodidades, pero sobretodo había incertidumbre de donde estaría en el futuro. Y lo desconocido es estimulante.

 

Trabajabamos por turnos, evitando el calor del verano y con gran intensidad. Luego cocinabamos y compartiamos sucios, tous ensemble, todos juntos. Mezclandonos  los temporeros con los propietarios, felices y llenos de sueños, gente de todos los rincones de europa. Creo que ahí fui feliz. 

 

Volvamos a Harari. La revolución agrícola fue el intercambio de la seguridad y lujo por vivir deliberadamente. Harari dice que fue la gran estafa; ya que si algo ha quedado claro en la historia de la humanidad es que el lujo es esclavitud. Los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas obligaciones. Y una vez que alguien se acostumbra a un nuevo lujo lo da por sentado. Comenzamos bebiendo champán para festejar, y luego si vemos espumante en la mesa fruncimos la frente. Lo mismo pasa con las vacaciones, un verano partimos fuera del país, y ni nos damos cuenta el día que viajar dentro del país no fuera sinónimo de vacaciones. Así son los lujos. Finalmente llega un punto en que no se pude vivir sin ellos, de ahí la esclavitud.

 

El ser humano con la revolución agrícola al  establecerse y hacerse sedentario cambió su dieta, pasó de tener una alimentación variada a solo alimentarse de trigo, tuvo que trabajar la caprichosa tierra. Las enfermedades aumentaron al atraer animales a las plantaciones, también al convertirnos en sedentarios quedamos más expuestos a que otras cuadrillas nos robaran las cosechas, las jornadas de trabajo se extendieron y el hombre que trepaba árboles y cazaba mamuts, se debilitó. Además, fue el inicio de la explotación de nuestros hermanos animales.
En esencia, fue la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones. Pero al aumentar la población, no hubo vuelta atrás. Por eso fue una gran estafa. Nos habíamos ahorrado toda una complicación y tiempo, pero acaso ¿Vivíamos una vida más relajada? No.

 

En resumen, fue el punto de inflexión, en el que los sapiens se desprendieron de su relación íntima con la naturaleza, y salieron corriendo hacia la codicia y alienación.

 

En mi caso. Luego, y por falta de cosechas partiría a París y experimentaria esa sensación de alienación y los horarios esclavizantes . La gente guapa, el arte, la arquitectura, e historias parecían tan insignificantes ante mi hallazgo. No hay nada en la vida confortable de la clase urbana que se acerque a la excitación salvaje que experimentaba una banda de cazadores - recolectores durante una caza exitosa de mamuts. En mi caso, mis mammuts eran las cosechas de vinos con mis cuadrillas de temporeros el vivir en comunidades pequeñas y luego de semanas o un mes partir a otra ciudad, y comenzar de nuevo.

 

Nietzsche en más allá del bien y el mal escribió:

 

“No se puede borrar del alma de un hombre aquello que con mayor placer y constancia hicieron sus antepasados….Es imposible que un hombre no tenga en su cuerpo, al margen de las apariencias, las cualidades y los gustos de sus antepasados”

 

Creo que el bigotudo Nietzsche tiene razón.  

 

Emerson decía algo similar

 

“To the body and mind which have been cramped by noxious work or company, nature is medicinal and restores their tone. 

Para el cuerpo y la mente que ha estado acalambrada por nocivo trabajo o compañías, la naturaleza es medicinal y te recupera el tono

The tradesman, the attorney comes out of the din and craft of the street and sees the sky and the woods, and is man again. In their eternal calm, he finds himself. 
El hombre de negocios, el abogado sale del estruendo del oficio de la calle y ve el cielo y los bosques, y es un hombre nuevamente. En su eterna calma, él se encuentra a sí mismo. The health of the eye seems to demand a horizon. We are never tired, so long as we can see far enough.

 La salud de los ojos pareciera demandarnos un horizonte. Nunca estamos cansados, lo suficiente mientras podamos ver lo suficientemente lejos”

 

Emerson y Nietzsche en el fondo están diciendo lo mismo. Emerson desde el punto de vista de la naturaleza, que nos reconforta. Nietzsche de una manera más mística, de nuestras raíces, del alma. Nuestros antepasados fueron felices en la naturaleza, viviendo como salvajes. Por eso al entrar a los bosques sentimos ese deleite, que no podemos explicar, como si volviéramos a casa.

 

No es aislarse, es humanizarse. Y tengo la impresión que en el corto a mediano plazo cada vez más personas van a retornar a este estilo de vida. Entre más nos convenzamos de esto es posible evitar el aislamiento, y crear comunidades que salen de la caja. Con el alcance de internet en todas partes, y el auge del teletrabajo va a ser cada vez más posible llevar estas empresas a cabo. Y de esta manera evitar una vida de ermitaño en la naturaleza, tal como viví esos meses en el sur de Francia.

 

Las megalópolis son un error en mi opinión, una máquina implacable de producir personas alienadas. Somos solo números, y por mucho progreso que nos encontremos en las urbes, hay algo que no nos hace sentido.

 

Me ha pasado acá en París, donde vivo hace ya tres años. Por ejemplo al  realizar mis trámites de visado en prefecturas o ayuntamientos. Hacer filas en invierno con lluvia con todos los inmigrantes, llegar después de seis horas de espera y que me digan que vuelva al día siguiente. No pido que me traten de manera especial, no soy nadie para aquello. Pero este mismo trámite en una ciudad pequeña en Francia tarda media hora. No me quejo, está bien sufrir, forja carácter, pero podríamos hacer más dócil y plácida la vida.

 

Con el tamaño de estas estructuras no padecemos el dolor o los males de nuestros vecinos o hermanos. Cualquiera que viva en una ciudad grande, sabrá la cantidad de miseria y de vagabundos pidiendo limosna. Pobrecitoooos, dira uno,  no va faltar el que va decir “se lo merecen, delincuentes, lacra de la sociedad”

No es ese mi punto.

Vivimos una época peculiar. Una época de globalización, donde no hay mucha diferencia entre un hombre de Europa y un sudamericano. Claro hay matices, pero nos vestimos muy similar, tenemos los mismos valores de una sociedad de libre mercado, mismos valores religiosos. Pero al mismo tiempo, hay movimientos de volver a la aldea. Todos estos movimientos independentistas, de Cataluña por ejemplo. O el mismo Pierre, que mencionaba al inicio, el propietario del viñedo, que tomaba clases de Occitano, la lengua del sur de Francia, hasta me recuerdo me hizo escuchar el himno de Occitania, que cantaba con orgullo jaja.

 

Ahora me van a decir que es un facho, que no acepta lo nuevo, que vive en el pasado. Pero no es verdad, él alojaba en su casa, en la habitación y cama de su fallecido padre, a un inmigrante chileno, a mi. Una cosa no excluye a la otra, si pueden ser incluyentes la globalización y volver a las raíces. Es un equilibrio complicado claro.

 

Tampoco soy ciego, para no reconocer todos los avances. Y como hemos logrado como especie dominar el mundo externo, cada año que pasa hay progresos y mejoras. Pero con los problemas globales que nos acechan me recuerdo de esta frase tan acertada que se la escuché a Ernesto Sabato, citando al filósofo alemán, Schopenhauer:

 

“Hay épocas en que el progreso es reaccionario y la reacción es progresista”

 

Esta frase es muy profunda, así que la explico. El término Reaccionario evoca a las ideologías o personas que aspiran a instaurar un estado de cosas anterior al presente. Volver a las tradiciones. Por lo que Schopenahauer quiere decir que hay épocas en que el progreso es retroceder, volver al pasado, y hay otras que volver a las tradiciones es ser progresista.

 

Me parece obvio que el punto en el que estamos por el peligro del calentamiento global, el control de la inteligencia artificial y los avances de la biotecnología, como mínimo tenemos que hacernos la pregunta ¿Hacia dónde queremos ir?

 

No quiero entrar en detalle en el avance tecnológico. Habrá pronto un capítulo sobre este tema. Pero el costo que pagamos por los avances tecnológicos, es cosificarnos, es la alienación. El mundo comienza a cambiar tan rápido que no podemos localizar pedazos de nosotros en el mundo, nos desapegamos de todo,  y sentimos esa alienación. Por ejemplo, a mis 15 años me gastaba toda la poca plata que tenía en comprarme discos, la música era importante en mi vida. Pero una vez que se hizo obsoleto este formato, no logré nunca más tener la misma relación de pasión con la música. El avance me alienó con la música, obvio que es responsabilidad de cada uno no permitir que eso nos pase, pero, lamentablemente pasa.

 

Ojo, no critico completamente la tecnología. Gracias a ella tenemos la esperanza de vida más alta de la historia, lo mismo con el bienestar económico, y el Podcast que estoy grabando y emitiendo, es gracias a los avances tecnológicos. Pero no podemos cegarnos al nacimiento del psicoanálisis, a los antidepresivos, y toda una industria que ha nacido gracias a la depresión, neurosis, alienación y suicidios. ¿Dónde está el progreso ahí?

 

Como un niño va entender el valor de la vida y la muerte si vive en su block de ciudad hacinado y no ha visto nunca el nacimiento de un cachorrito. O nunca ha visto el amanecer o atardecer de un día. Puede sonar romántico, pero es más serio de lo que piensas. Somos una máquina de producción de jóvenes frustrados y rencorosos, que no son tomados como humanos más que en su casa, si es que es así. Y si no me creen, lean los comentarios de cualquier video de Youtube, la cantidad de odio.

 

Cito al sociólogo Max Weber:

 

“los seres humanos son especialistas sin espíritu y gozadores sin corazón, se creen el último eslabón del desarrollo, estas nulidades se creen la última etapa del desarrollo de la humanidad, cuando en realidad, se han perdido, se han deshumanizado, han perdido en algo la esencia de la naturaleza humana”

 

Bueno, basta. Vuelvo a mi, y a la vida del campo. Me siento un poco hipócrita al decir todo esto viviendo en una gran ciudad, como París. Pero la verdad es que tengo toda mi vida acá, trabajo, tengo lazos afectuosos, un hogar, y todo es parte de un proceso.

Sin embargo, muchas veces fantaseo con un retorno al sur de Francia, tal vez no en el mismo pueblecito, ya que siempre es siniestro volver donde uno fue feliz, pero si retomar ese estilo de vida. Sobre todo para echar raíces, y formar familia.

 

Al final digo todo esto porque debemos buscar lo que no tenemos, al final, siempre nuestro inconsciente te lo pide, aunque no te des cuenta, es ahí donde uno crece. Por eso mismo, he hablado de la vida del campo, ya que siendo citadino, me ha permitido entender muchas cosas. Y tú probablemente emigres en el futuro, espero que no te cierres, y no desprecies la posibilidad ampliar tus horizontes con una experiencia rural. Así es como aprendemos a conocer mejor.

 

Por lo pronto, intento no endurecerme tanto por lo impersonal de la gran urbe, seguir intentando crear el juego que quiero jugar, ese que me permite leer algunos días por horas libros en horas de trabajo jaja. Y sobretodo no perder la compasión. Tal vez no podré ayudar a todo el mundo, pero siempre uno puede apadrinar a un mendigo y conversar con él, o darle comida.

 

Y hablando de mendigos, los grandes derrotados de la vida en la gran urbe. Me despido con este extracto del loco Jack Kerouac, de su novela Viajero solitario.

 

Un abrazo, y hasta la vuelta.

 

Los vagabundos de los Estados Unidos pueden viajar aún de manera sana, están en buenas condiciones todavía, pueden ir a ocultarse en los cementerios, y beber vino bajo los bosquecillos de los cementerios, orinar y dormir sobre cartones, romper botellas sobre las lápidas, sin preocuparse ni tener miedo de los muertos, serios y humoristas en la noche de evasión policial, incluso divertidos  dejando huellas de su picnic entre llantos maldiciendo y pensando lo que son los días reales. 

 

¡Pero el indigente vagabundo del barrio pobre! Duerme en la entrada de una puerta, con la espalda contra el muro, cabeza abajo, la mano derecha extendida como para recibir algo de la noche, la otra mano colgando, fuerte y firme, como las manos de Joe Louis, patéticas, trágicas por las inexorables circunstancias, la mano como la de un mendigo, con los dedos incitando a lo que merece y espera recibir, dando forma a las limosnas, con el pulgar casi tocando la punta de los dedos, como si tuviera en la punta de la lengua lo que se dispone a decir en sueños, lo que no podría decir despierto: 
“ Por qué me has arrebatado esto, que hace que no pueda respirar en la paz y la dulzura de mi cama, y tengo que estar aquí, en este humillante escalón, con estos tristes y mugrientos harapos, esperando que me atropellen las ruedas de la ciudad”, y luego:

 

 “No quiero tender la mano, pero en medio del sueño, no puedo dejar de hacerlo, por lo tanto, aprovecha esta oportunidad para comprender mi situación, estoy solo, estoy enfermo, me estoy muriendo, ve mi mano tendida, aprende el secreto de mi corazón humano, dame la mano, llevame a las montañas de esmeraldas que hay más allá de la ciudad, llevame a un lugar seguro, se piadoso, amable, sonríe, yo estoy demasiado cansado de todo, renuncio, me voy, quiero volver a casa, llévame a casa oh hermano de la noche, llévame a casa, enciérrame en un lugar seguro, llévame donde todo es paz y amistad, a la familia de la vida, a mi madre, mi padre, mi hermana, mi esposa, tú mi hermano, mi amigo, pero no hay esperanza, no hay esperanza, al despertar daría un millón de dólares por verme en mi propia cama. Oh, Señor, sálvame...”